La fallida investidura del socialista Pedro Sánchez, del pasado 26 de Julio, en el Congreso de los Diputados de España, arroja, a mi modo de ver, importantes conclusiones.

La primera es que, en España, lamentablemente los partidos políticos (tanto los tradicionales como el PP y el PSOE como los nuevos, Podemos, Ciudadanos y Vox), no se han dado cuenta del cambio de paradigma en la sociedad española  y la necesidad de aprender a desarrollar nuevas formas de gobierno, que no sea la de un sólo partido mayoritario. Tienen la obligación de dar una respuesta al mandato de los ciudadanos y, en consecuencia, alcanzar los acuerdos necesarios para que nuestro país pueda disponer de un gobierno estable y que le permita desarrollar un programa a medio plazo.

La segunda conclusión no puede ser otra que haber podido apreciar, una vez más, la “eterna” división de la izquierda, que sigue practicando la desunión y el hecho de fagocitarse continuamente.

El proceso de negociación entre el PSOE y Unidas Podemos, ha sido un claro ejemplo de lo que no debe hacerse; ni en las formas ni en el fondo y seguramente este fracaso y la desconfianza creada, entre los propios líderes y sus bases, hagan imposible o por lo menos, enormemente difícil algún acuerdo en un futuro inmediato entre los partidos de izquierda españoles.

La tercera y última conclusión es que es fácil detectar por el desarrollo de este proceso de investidura, una separación cada vez más apreciable entre los políticos y los electores. Una gran mayoría de ciudadanos estarán de acuerdo en reconocer como un principio básico, que a quien no lleva a cabo su trabajo, se le sanciona: en este proceso, es claro que son los políticos los que no han estado a la altura de las circunstancias; no han hecho bien su trabajo, pero por el contrario, la sanción recae en los ciudadanos que tendríamos que volver a votar, cuando lo hemos hecho ya, en cuatro ocasiones en los últimos cinco años.

Y lamentablemente estas circunstancias pueden incidir positivamente y abrir nuevos caminos en nuestro país a ese nacional populismo de extrema derecha, y porque no, también de extrema izquierda, que pretenden aportar soluciones fáciles a los problemas muy complejos que tienen planteadas las sociedades desarrolladas y que sus soluciones se basan en reivindicar un pasado que nunca existió y que además no aportaría en la actualidad, ninguna  enseñanza o valor.

Seguramente, los políticos españoles igual que muchos otros europeos, no han querido tener en cuenta la aparición de una nueva “clase” como es el precariado indignado que es la que, en mi opinión, definirá la política en la próxima década, y cuya principal característica es su inestabilidad, salarios bajos y volátiles y un futuro imprevisible.

Y por último, pero no menos importante, las fuerzas moderadas de la derecha demócrata española, después del resultado de las últimas elecciones, no han respondido adecuadamente al reto de rechazar el nacional populismo y están permitiendo su activa participación en las instituciones y ello, seguramente  contaminará su discurso  y hará todavía  más difícil, mantener los principios en que se basa la actual democracia representativa y complicará, aun más, el futuro de la Unión Europea haciendo mas lejana la Europa social que una gran mayoría de los ciudadanos deseamos.

Ricardo Pérez-Solero Puig

Ricardo Pérez-Solero

Abogado del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid Socio Fundador del Despacho de Abogados ESTUDIO LEGAL DE COMUNICACIÓN en 1975, cuyos principales clientes son entre otros, Anunciantes, Agencias de...

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